domingo, 6 de mayo de 2012

REFORMAS (3): ANTÍDOTOS: DESINVERSIÓN Y PAGAR SEGÚN VALOR


Tercera de DIEZ notas a propósito del Real-Decreto ley 16/2012 de medidas urgentes para el Sistema Nacional de Salud


En un escenario de congelación fiscal, tenemos que garantizar que cada euro que se gasta en algo nuevo aporta mayor valor en salud que el valor que se pierde con el servicio que se desplaza o disminuye. Ahora es cuando el coste de oportunidad de cada euro gastado es mayor ya que significa directamente que implica renunciar a una parte de la atención que se presta, y eso tiene nombres y apellidos concretos y conocidos, tanto de profesionales como de pacientes.
Entre el inmovilismo y las tentaciones de desmantelamiento del SNS por inanición financiera, se puede optar por poner en el centro de la política sanitaria una desinversión ordenada y una compra de atención basada en los resultados en salud, una compra según el valor de lo que se obtiene por lo que se paga.
Uno de los aspectos prioritarios en la reforma del SNS se basa en la introducción de criterios de financiación selectiva de las tecnologías y prestaciones sanitarias. En un mundo en el que las innovaciones diagnósticas y terapéuticas surgen cada vez a un ritmo más rápido y multiplican el precio de las prestaciones preexistentes, en el que su autorización se ha trasladado al nivel supranacional, y no siempre se hace con conocimiento pleno de su eficacia. Se precisan reglas de decisión que ayuden a diferenciar lo que aporta valor de lo que no, que permitan discriminar entre alternativas y que establezcan límites en relación con lo que puede ser razonable pagar por cada unidad de resultado (por ejemplo, por cada año de vida ganado ajustado por calidad o AVAC). Esto es, las decisiones sobre financiación y asignación de recursos públicos en sanidad deberían basarse en la efectividad clínica y la relación coste-efectividad. La creación de una agencia evaluadora independiente, del estilo del National Institute for Health and Clinical Excellence británico constituiría, en este sentido, un avance hacia la racionalidad.
Por otra parte, disponemos de numerosas pruebas de que más (gasto, actividad) no siempre es mejor (salud), y de que podrían obtenerse ganancias de eficiencia (en términos de ahorro de recursos y/o de mayor calidad de la asistencia prestada) suprimiendo intervenciones de valor escaso o dudoso y de aquéllas que provocan daño a los pacientes. Es lo que la literatura llama desinversión sanitaria.  Por ejemplo, un estudio reciente de la Audit Comission del Reino Unido muestra que la eliminación de aproximadamente 250 procedimientos con limitado valor clínico permitiría reducir el gasto sanitario entre 179 y 441 millones de libras esterlinas.
Los profesionales sanitarios, y en particular los médicos, podrían liderar este movimiento, que en algunas áreas incluso como el cáncer tiene un gran potencial de mejora.  A principios de abril de este año, nueve sociedades médicas de Estados Unidos han identificado 45 pruebas diagnósticas, cinco para cada especialidad, que se usan con frecuencia sin haber demostrado eficacia y que a menudo pueden causar peor el daño que el beneficio que causan. Entre estas pruebas se incluyen, por ejemplo, electrocardiogramas anuales para pacientes de bajo riesgo o radiografías rutinarias de tórax antes de cualquier cirugía en pacientes ambulatorios.
Desinvertir es dejar de financiar y eliminar práctica médica, medicamentos o tecnologías de escaso valor clínico para los que existe evidencia científica de que aportan poco o ningún beneficio a la salud. Ni más actos médicos ni más recursos significan siempre más salud.  Si se eliminan las intervenciones clínicas de bajo valor es mucho más probable que se preserve la calidad de la atención que si se recorta de forma indiscriminada.  El SNS tiene asimismo importantes retos para evitar o minimizar los efectos adversos evitables derivados de la prestación de servicios médicos y medicamentos.
Sería útil una apuesta decidida por identificar con criterios científicos una lista de servicios de escaso o nulo valor cuyo uso debería reducirse en determinados supuestos clínicos. Y, al mismo tiempo, sería conveniente cerrar sin demora la puerta a nuevos medicamentos, procedimientos o dispositivos de elevado precio y con una aportación terapéutica escasa o muy incierta.  O al menos, establecer una moratoria temporal en tal sentido, con la misma “provisionalidad” que algunas de las modificaciones fiscales y  retributivas adoptadas en los últimos meses.
Una reforma estructural de este tipo requiere de un organismo de ámbito estatal, virtual o real, con autonomía y distanciada de los Gobiernos central y autonómicos, de carácter técnico, cuyo objetivo sería informar con transparencia las decisiones sobre financiación, desinversión y reinversión: definiendo/delimitando las indicaciones médicas sobre la base de criterios de eficacia, seguridad, y coste-efectividad revisables en el tiempo.
El ejemplo de países europeos como Alemania, Holanda, Dinamarca, Reino Unido o Suecia en el uso de la efectividad comparada y el ratio coste-efectividad en las decisiones de cobertura y de precios aporta experiencia de la que tomar ejemplo y seleccionar las prácticas más efectivas y baratas.
Desde enero de este año Alemania obliga a toda novedad a demostrar con pruebas científicas el beneficio terapéutico que añaden en comparación con los tratamientos más baratos ya existentes. Cuando no consiguen demostrar más valor añadido se les incluye bajo el sistema de precios de referencia y los seguros no pagan ni un euro más que por las alternativas, aunque el paciente puede decidir pagar la diferencia de precio. Si la novedad ha demostrado valor añadido, entonces se abre un proceso de negociación de precio con la empresa tomando como base la magnitud de la mejora demostrada y, si no hay acuerdo, se produce una decisión arbitral.
El gobierno conservador del Reino Unido, en la misma línea, ha aprobado la sustitución del control de beneficios de la industria farmacéutica por un sistema de regulación del precio basado en el valor aportado, o sea, en la utilidad terapéutica comparada con los tratamientos ya disponibles.
A partir del mes de marzo del 2012, la financiación de antidepresivos y ansiolíticos en Dinamarca ha cambiado de forma importante. La agencia danesa del medicamento ha tomado cartas para favorecer el uso de medicamentos más baratos e igual de efectivos (los que tienen una mejor relación coste-efectividad) indicados para la depresión y la ansiedad. Es necesario un tratamiento previo con los antidepresivos más coste-efectivos antes de acceder a la financiación de tratamientos con un coste mucho más elevado.




Entrevista en la web de catalunyapress.cat

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