viernes, 4 de mayo de 2012

REFORMAS (1): LAS LÍNEAS ROJAS EN SANIDAD


Primera de DIEZ notas a propósito del Real-Decreto ley 16/2012 de medidas urgentes para el Sistema Nacional de Salud



Artículo publicado en Diari ARA, 4 de mayo de 2012



La presión por ahorrar recursos públicos mediante recortes indiscriminados a diestro y siniestro se está concentrando de forma excesiva y precipitada sobre el Sistema Nacional de Salud (SNS), sin más justificación que la de que no queda más remedio que meter mano allí donde hay dinero.
La presión que se está ejerciendo sobre la sanidad es muy cuestionable. La presión es doble e insostenible para la sanidad catalana, con un gasto por persona por debajo de la media y ya crónicamente ahogada por el déficit fiscal.
Ante la reforma sanitaria de urgencia y con poca luz que supone el Real Decreto-ley 16/2012, hay buenas y malas noticias para contribuyentes y pacientes.
La primera “buena” noticia para los ciudadanos es que las 35 páginas del BOE consumidas por el Real Decreto-ley del 24 de abril no servirán para recortar ni de lejos los más de 7 mil millones de euros pregonados como prueba de austeridad.
Esta cifra de siete mil millones representaría un poco menos del 10% del gasto sanitario público, pero es fantasiosa y alejada del más mínimo rigor y justificación técnica. Las Comunidades harán mucho si consiguen realizar una décima parte del ahorro previsto con estas medidas. Así, el Estado no pone fin al riesgo moral estatal del “yo invito, tu pagas” y busca coartada para acusar a las Comunidades de incumplir con los compromisos fiscales, antesala de la intervención centralizadora con la que viene amenazando el gobierno.
La mala noticia es la falta de credibilidad de los anuncios reiterados de austeridad que, lejos de reducir la prima de riesgo, aumenta la desconfianza en la capacidad del gobierno español.
La segunda “buena” noticia es que se reconoce que un derecho universal no implica la absoluta gratuidad ni quiere decir servicios completamente gratis, ni cuanto más mejor para todos. Algunos sólo ven líneas rojas que no se deberían traspasar ante cualquier cambio, olvidando que nada es gratis y que precisamente la capacidad de conseguir un uso adecuado y responsable de los servicios públicos más eficaces es la garantía de continuidad y de calidad.
La mala noticia puede ser la tentación política de favorecer un copago elevado y complejo con el único objetivo de hacer caja. Moderar el exceso de uso requiere un copago moderado, sea sobre medicamentos o sobre atención,  con un límite máximo anual para cualquier persona, y mucho más reducido o gratuito para crónicos y pobres. Si incumplen estas condiciones, empeora el estado de salud y es mayor el gasto que el ahorro.
Será contraproducente reformar el copago farmacéutico sin antes saber gestionar el límite al copago de los pensionistas sin necesidad de costosos e inútiles devoluciones semestrales. Lo será aún más si se amplía el copago a otros servicios, desde muletas hasta estancias en el hospital, y sin límite máximo para los enfermos no pensionistas. Es arriesgado, carente de sentido financiero y síntoma de desesperación pretender imponer un copago del 100% para los medicamentos de enfermos con rentas salariales más elevadas, que no son los más ricos, olvidando que la progresividad debe provenir del sistema fiscal y no de los precios públicos.  
Queda por ver si los cambios adoptados cumplirán con el objetivo de contribuir a la solvencia y sostenibilidad, o bien, si se aprovecharán para reducir la igualdad de acceso para una misma necesidad y el nivel de calidad de la atención prestada.
A los amantes del status quo actual del SNS a ultranza, basta recordar que hay más de una línea roja en sanidad. La traspasamos cuando se niega el derecho a una atención efectiva a los más desfavorecidos. Pero la traspasamos también cuando nos gastamos el dinero en atención de alto coste para el contribuyente y dudoso valor terapéutico para el paciente. En ambos casos, el precio que pagamos adopta la forma de más listas de espera, muertes prematuras y sanitariamente evitables, y menos calidad y años de vida para los que más lo necesitan.
El texto que el gobierno ha “colado” en el BOE carece de cualquier elemento que justifique su carácter de urgencia. La reforma contiene elementos que apuntan a toda una reforma sanitaria en parte encubierta, siendo del todo cuestionable la urgencia y falta de luz pública en la que se ampara. Una mayoría parlamentaria no puede servir para deslegitimar el proceso democrático para la reforma de políticas públicas ni justificar la clamorosa y sospechosa ausencia de transparencia y discusión parlamentaria y social de las medidas.


Entrevista relacionada con las recientes reformas sanitarias del RDL 16/2012 en LA VOZ DE GALICIA, 4 de mayo de 2012

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